Preámbulo

Las lecturas de nuestras actitudes políticas opositoras, de su dirigencia o, incluso, de los entornos internacionales que nos rodean resultan más complejas de lo que habitualmen te creen ciertos críticos agresivos, que casi siempre piden enérgicas, instantáneas y decisivas acciones.Por lo general no suelen precisar cuáles serían esas soluciones duras a los males ciertamente terribles que nos aquejan. Buena parte reflejan una callada invocación al despertar de los cuarteles, de madrugada preferiblemente. Otros hacen un impreciso llamado a algo que denominan la calle que, ya lo sabemos por recientes experiencias, es muy complicada, y además polisémica, va de la bailoterapia y la meditación masiva hasta el Caracazo, la plaza egipcia de Tahrir, o la toma del Palacio de Invierno por los bolcheviques. Baste recordar al respecto el reciente y abrumador triunfo opositor el 6-D que, entre otros efectos, tuvo el de callar a los que pronosticaban fraudes y otras desgracias, dado el insonoro desplazarse de la MUD ante los alaridos y acciones disfuncionales de un gobierno atemorizado e histérico. Pero tal especie renace, siempre lo hace, por ejemplo ante el conflicto de poderes que ha desatado, la semana pasada, ese antro indescriptible que es el Tribunal Supremo de este país.Ahora bien, esas hipérboles aparte, cualquier análi sis tiene que partir de que la situación que vivimos requiere soluciones inaplazables. Y sin tratar de fijar un tempo o sugerir tales o cuales acciones concretas todo pareciera indicar que se necesita un pronto cambio de gobierno para salir del horror que nos acosa cotidianamente. Y hay una razón esencial para ello, más allá del expediente de dieciséis años de disparates y delitos, que es la certeza de que para salir adelante necesitamos una ayuda exterior cuantiosa e inmediata, amén de reactivar la inversión privada nacional e internacional. Y este gobierno no está en capacidad de hacerlo, por tozudez e incultura ideológicas y por pérdida de credibilidad en todas las instancias capaces de auxiliarnos. Basta leer, entre otros muchos registros válidos, el último y...

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