La educación precaria

No faltará quien, después de leer el reportaje que se publica hoy en nuestras páginas, dedicado al estado de la calidad de la educación en Venezuela, afronte la complejidad del caso con el criterio de que lo que hay un sistema educativo que no logra proveer los instrumentos mínimos a sus estudiantes es mejor que nada. Mejor una mala educación a que niños y jóvenes no se incorporen al sistema. Mejor que llenen las aulas a que permanezcan en sus casas sin hacer nada. Mejor que "aprendan algo" a que permanezcan en la ignorancia.

La cuestión es que el planteado es un falso dilema. Un dilema perverso, porque el objetivo de la masificación escolar no debería estar reñido con la calidad. O, al menos, con el cumplimiento de objetivos básicos imprescindibles, donde los relativos a las materias de Matemática y Lengua son irrenunciables.

En efecto, tal como los califica uno de los expertos consultados en el reportaje, los resultados que arrojan los distintos indicadores sobre los conocimientos que tienen los estudiantes de Educación Básica, son simplemente desoladores. A esta hora toca preguntarse qué significa que millones de jóvenes, al finalizar esta etapa decisiva, no manejen los instrumentos básicos de Matemática y Lengua. Qué significa que no puedan resolver problemas básicos y qué significa, por ejemplo, que su lengua no vaya más allá de 200 o 300 palabras.

Significa, y esto es doloroso, que la mayoría tendrá dificultades reales para desenvolverse en la educación, en el trabajo y en la vida personal, y también para analizar los hechos asociados a su actividad; limitaciones para comprender la totalidad de un proceso de cualquier tipo; significa que no les será fácil establecer las relaciones necesarias entre un fenómeno y otro. En otras...

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