¿Prefiere la playa o el hospital?

¿Crecimiento o austeridad? Este es el gran debate de estos tiempos. Sorprendentemente, se plantea como un menú en el cual los países tienen la libertad de escoger el plato que más se les antoja. ¿A quién le apetece la austeridad? ¿Pagar más impuestos, tener menos y peores servicios públicos, perder subsidios y reducir la protección social? A los alemanes. Pero siempre y cuando se les sirva a sus vecinos europeos. Y a la banca internacional, que quiere que esos fondos se canalicen al pago de lo que los gobiernos le deben. Por otro lado: levanten la mano quienes prefieran el crecimiento, más empleos, más ingresos y más prosperidad para todos. Así es: todos a favor del crecimiento; nadie opta por la austeridad si la puede evitar. El problema está en que lo que es inevitable no es opcional. Y si no hay opción no hay debate. Pero resulta que no sólo lo hay sino que, además, se ha convertido en el debate definitorio de estos tiempos. El hecho de que algunas políticas de austeridad no producirán la estabilización económica que prometen, o que las políticas de crecimiento no necesariamente generarán más empleos son posibilidades enterradas bajo los eslóganes y la demagogia. ¡Viva el crecimiento! ¡Muera la austeridad! Las confrontaciones de la hu manidad solían estar motivadas por pugnas religiosas, la conquista de territorios y riquezas, o por la ideología. Las cruzadas, las ex pansiones de los imperios o las guerras de independencia son algunos ejemplos. En el siglo pasado tuvimos a los nazis contra los aliados, la Unión Soviética y sus satélites contra Estados Unidos y sus aliados, capitalismo contra comunismo, democracias contra regímenes autoritarios... El siglo XXI nos trae, en cambio, esta insólita confrontación entre crecimiento y austeridad. De un lado están quienes propugnan la idea de estimular las economías y crear puestos de trabajo para millones de desempleados. El nuevo presidente francés, François Hollande, es una de las figuras icónicas en este bando. Del otro lado están quienes batallan por el retorno a la estabilidad económica que, según ellos, requiere reducir la brecha entre ingresos y gastos del gobierno y el endeudamiento del sector público. Estos son los defensores de la austeridad fiscal, comandados, como sabemos, por la canciller alemana, Angela Merkel. Mitt Romney y el Partido Republicano de Estados Unidos también están en este campo. Tanto los partidarios del creci miento como sus rivales...

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