Presagio y ruinas

Habría que dudar de cada una de sus palabras y sentimientos. Como la canción, los ojos les desmienten lo que dicen con la boca. Pronto podrían aparecer las brigadas nocturnas que entren en su casa a fiscalizar, no tanto si ha acaparado azúcar y papel tualé, sino su grado de atención a las cadenas de radio y tevé; si ha tomado apuntes, como los disciplinados ministros que las presencian en vivo; si han sido tema de conversación con sus vecinos, y si se ha dejado crecer el bigote, que no dice mucho, pero ayuda a homogenizar la estética urbana, junto con la franela roja y la cachucha ídem con estrella amarilla.Es difícil no barruntar las rui nas que esperan a la vuelta de la esquina si unos y otros siguen en la borrachera del consumismo y el nariceo. Todavía retumban en los callejones de la historia la alegría de los cubanos, sus gritos y aplausos, cuando hace más de cincuenta años, cada noche, Fidel Castro anunciaba nacionalizaciones, tomas de fábricas, intervenciones de comercios, expulsiones de extranjeros y fusilamientos de gusanos. El Caballo no dormía poniendo orden en la isla, rescatando la dignidad del pueblo, del hombre y de la mujer cubana. Ay, pajarito, ahí empezó la demolición; también las colas.Ahí están las paredes derrui das, los techos desplomados, los baños tapados y las aguas negras corriendo por las avenidas, mientras todos salen a marchar con una banderita de juguete para pedir la libertad de los cinco sapos presos, que para Elías Jaua son héroes; su función era la misma que la de los esbirros que mandaban Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez...

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