El presidente que no será presidente

El próximo lunes ocurrirá algo inaudito: un candidato con una enfermedad terminal inscribirá su candidatura; otros presidentes latinoamericanos rechazaron reelegirse cuando pasaron por una situación similar, reconocieron que no estaban en condiciones de gobernar. Algo más asombroso: muchos de sus seguidores no están engañados, apoyan aún más a Chávez por su estado de salud, porque la conducta del propio candidato expone abiertamente sus limitaciones: no haber asistido a la reunión de la OEA en La Paz, tan importante para él, ratifica internacionalmente que no hará nada, algún esfuerzo, que agrave su cáncer, ni actuará como presidente a tiempo completo en ningún momento. Chávez ha encontrado una solución al dilema que le plantea el cáncer después de que le volvió a aparecer: gobernar a distancia, limitar al extremo sus apariciones públicas, aparentar controlar al país cuando, inevitablemente, se le esca pa de las manos. Contra toda lógica no ha permitido que otro sea el candidato del PSUV. Después de mí el diluvio, parece pensar, y no se equivoca. Cree que para ganar las elecciones le bastará con dar unos pasos frente a una cámara de televisión o, como este lunes, hacer un esfuerzo mayor para inscribirse en el CNE. Como ya no hay la ilusión de que los dioses de la llanura y el Cristo de La Grita hagan un milagro, se le pide al venezolano votar por Chávez con los ojos cerrados, como esos místicos que exigían creer en Dios porque era absurdo. Algunos de sus voceros en tele visión vuelven a la necesidad virtud, presentan al candidato del PSUV como un hombre que lo mismo llora en público que no oculta su enfermedad, y con el que hay que solidarizarse aún más por la enfermedad que padece. Si el tema principal fuera el amor o el desamor...

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