El presidente que no fue

Me gustaría poder hablar por los demás pero no sé hacerlo y tampoco me atrevo a asumir ese reto. Hay personas que sí lo saben hacer y que asumen esa tarea. Capriles habló por mí y por muchos. Si al principio de su campaña lo hizo parca y tímidamente, al final lo dio todo y lo dijo todo. ¡Valiente, decidido e inagotable! ¡Qué bien! Nuestro país se merece, como todos los países del mundo, lo mejor, y lo mejor es lo que me parece a mí, y para otros, lo que les parece a ellos. Lo mejor es un concep to basado en el pasado, nunca en el futuro y siempre en referencia a mi persona y mis intereses. La calificación de malo, bueno o lo mejor, sólo depende de la evolución y el desarrollo en el tiempo; es, por tanto, producto de la observación y la crítica. Cada quien tiene su opinión y es sano y necesario, expresarla. Obtener o no la mayoría de votos electorales no califica al candidato ni a sus votantes, sólo expresa un deseo y genera una expectativa que obliga a las mayorías y a las minorías por igual, también a los nominados pretendientes. Desear lo mejor está bien y debemos hacerlo, pero recordando siempre que hay que vivir las circunstancias para poder calibrarlas y obtener así la percepción que nos interesa. No tiene por qué ser el mejor quien más mande, ni el que más dé, más quite o más re parta; tampoco quien más se queje, más critique o quien sepamos que lo haría diferente. Lo mejor para un país, creo yo, es saber que entre sus habitantes hay quienes lo dan todo...

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