El presidente virtual

En mi columna de la semana pasada, ante la ausencia del presidente Hugo Chávez, y co mo consecuencia directa de su rechazo a establecer una cadena de mandos que se encargara de la gestión diaria del Gobierno, sostenía que en estos momentos difíciles, de incertidumbres sin nombre y crisis global, la verdad es que nadie gobernaba a Venezuela. Como todas las semanas, escribí esa columna el viernes al mediodía, momento en que todos los indicios apuntaban a que Chávez prolongaría durante varios días o semanas más su permanencia en La Habana. Las dudas y las tentaciones que crecían en torno a esta situación terminaron por disparar las alertas más inquietantes. Y Chávez, hombre que sabe evaluar los escenarios tácticos a la perfección, comprendió que ya no era posible seguir postergando la hora de su regreso. Estaba claro que si se quedaba en Cuba existía el peligro de que comenzaran a escapársele de las manos las riendas del poder. Una contingencia, sin duda, de mayor trascendencia que precipitar un viaje que, como él mismo advirtió, sólo constituía el inicio del retorno. En un primer momento, el re greso de Chávez a Miraflores echó por tierra la tesis de que a Venezuela no la gobernaba nadie. Lamentablemente, los hechos de estos días nos demuestran que, aun estando físicamente en Venezuela, Chávez sigue ausente de su puesto de mando y que, a pesar de la infeliz propaganda oficial, perdura el vacío de poder, como si en efecto su presidencia fuera una presidencia desde todo punto de vista exclusiva e insuficientemente virtual. Su alocución desde el balcón del pueblo, los ostensibles esfuerzos que hizo esa tarde, la insistencia de sus dos hijas para que diera por terminado el saludo a sus seguidores, fueron demostraciones palpables del estado de su salud. Una condición que él mismo se encargó de describir al narrar que su segunda y profunda cirugía duró más de seis horas, lo penoso del tratamiento a sufrir para evitar la reaparición fatal del tumor, los muchos meses y hasta años que exigirán estos cuidados y, por supuesto, la dedicación que él estaba dispuesto a prestarle a la tarea revolucionaria de recuperar su salud. Los más fieles y adulantes lugar tenientes de Chávez no han cesado de repetir que, a pesar de todo ello, Chávez seguirá gobernando prácticamente como si nada. Una hipótesis naturalmente falsa. Lo cierto es que la condición física de Chávez no le permite...

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