Las primarias en marcha III

El peor error que pueden cometer los precandidatos de la oposición es actuar como si en efecto viviéramos dentro del marco político de un régimen democrático, sin duda autoritario, incluso abusivamente autoritario, pero democrático al fin y al cabo. Si persistimos en esta absurda tarea de engañar a los electores, mucho me temo que la oposición está condenada a hundirnos aún más en el abismo de la no pertinencia. En definitiva, a la hora de diseñar una estrategia y trazar un mensaje convincente para captar el voto de la mayoría, este punto, que no tenía por qué ser controversial, constituye el centro del dilema. ¿Cómo reaccionar, pongamos por caso, ante la parcialidad manifiesta del CNE y de todos los poderes públicos a favor de la causa chavista, la ininteligible respuesta del TSJ a la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos sobre la inhabilitación de Leopoldo López o la multa millonaria aplicada a Globovisión, nada más y nada menos que por haber cumplido con su deber profesional de informar lo que ocurría en la cárcel de Rodeo durante los trágicos sucesos del pasado mes de junio? ¿Debemos considerar estos hechos como expresiones aisladas de un gobierno incapaz o confundido, o por el contrario asumirlos como capítulos perfectamente estructurados de la implacable estrategia de un régimen resuelto ideológica y políticamente a desconocer el derecho de los demás de existir, con el perverso propósito de seguir cercenando progresivamente los derechos democráticos de los venezolanos y garantizar la permanencia indefinida de Hugo Chávez en Miraflores? De la respuesta a estas pregun tas depende que el mensaje se reduzca a los pajaritos preñados de siempre, o que tenga la fuerza suficiente para entusiasmar a la sociedad democrática. No se trata, como desde años nos repite la propaganda oficial, de elegir entre el camino electoral o el atajo de la guerra. Esta falta de alternativa está fuera de lugar, porque para los demócratas sólo hay un camino, el de la paz y la democracia. Pero una cosa es desdeñar la guerra y la violencia, y otra muy distinta suponer que jugar nuestras cartas en el tablero electoral implica necesariamente renunciar a nuestro derecho ciudadano de protestar y denunciar los desafueros de quienes pretenden conducir a Venezuela hacia la oscuridad impenetrable de un régimen totalitario. A Dios rogando, dice el viejo refrán, y con el mazo dando. Es...

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