Por primera vez la enfermedad de mi hija me golpea

Ana Mercedes Marín luce un collar que hizo su hija de 30 años de edad en un curso de bisutería y costura en un taller de oficios. Lo muestra y saca de su cartera tres cajas de medicamentos vacías para mostrar lo que no encuentra en las farmacias. Para Marín criar sola a una hija con necesidades especiales, que además sufre de epilepsia, no fue una carga tan pesada hasta el año pasado cuando comenzó a tener problemas para encontrar las medicinas que evita que su hija convulsione.Marín pasa sus días libres haciendo un tour por farmacias preguntando siempre por los mismos tres medicamentos anticonvulsivantes que, desde el año pasado, no tienen el mismo abastecimiento en el país: topiramato, Valcote Er y Keppra.El diagnóstico de la hija de Marín se le hizo cuando era niña junto con un retardo mental leve. La joven no sabe de escasez ni del problema de conseguir sus medicinas, pero aunque tiene la edad mental de una adolescente de 16 años, sabe que sin los fármacos su organismo se resentirá. No sabe de dosis, pero sí los horarios en que debe tomarlos para cuidarse.Mi hija es dulce y adapta ble. Ha pasado por los efectos secundarios del tratamiento que son caída del cabello, alucinaciones auditivas y pérdida de apetito. Pero no podrá lidiar con unas convulsiones por no tomar sus medicinas. Los médicos solo te dicen que no puedes ni bajar las dosis para racionarlas ni interrumpir el tratamiento. Cada convulsión es una pérdida de neuronas que no se recuperan, explica.En estos momentos, gracias a donaciones, obtuvo las medicinas de personas que las mandaron del exterior o de familiares de pacientes fallecidos que lo donaron. Le tocó esta vez tomar el topiramato vencido, pero con...

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