El príncipe, el arcángel

Las instrucciones ya estaban dadas: Primero y principal lo nombrarían arcángel, que es como decir el jefe de todos los ángeles. Cuando ese gran suceso ocurriera, yo lo iba a saber porque una banda de mil músicos le tocaría el himno nacional. Y además, allá arriba iba a fumar todos los cigarritos que quisiera, porque yo tenía que saber que en el cielo se fuma con mucha libertad y que el humo de tanto cigarro es el que forma las nubes. Consignadas por el príncipe, sirvieron para dar forma a un anhelo que hoy ya debe de estar cumplido ser jefe de ángeles entre un himno entonado por miríadas de cantores, formando nubes auspiciadas por la libertad de fumar. Quedó grabado en los relatos de El ar cángel Planeta, 1998. Un año más tarde, el mismo espíritu es identificado por el poeta de las tres pes el meditador quijotesco, Pedro Pablo Paredes, cuando le regala el Ovillejo para OSU, de acierto principesco: Su pasión está en crear,/ Oscar// Sin darle tregua a la mano,/ Sambrano.// Como Huma nista y Poeta,/ Urdaneta.// Como amigo verdadero/ todo alumbra su sendero/ con su bondad tan discreta.// Desde el alba hasta el ocaso/ Todo es lección a su paso/ Oscar Sambrano Urdaneta. Resuelve problemas de crítica y, mientras, le ofrece a la crítica entidad de problema una manera de hacerla moderna; más un juicio Alfonsino que un venal enjuiciamiento. Ilumina la polémica literaria y la signa como luz perpetua de verdad ensoñaciones de Zárate y Peonía. Desenmascara la ficción biográfica el falso Daniel Mendoza por el verdadero Bolívar Coronado. Aprende del magisterio y se hace maestro con él están sus ángeles: Key-Ayala, Grases, Quiroga Torrealba, Massiani, Caldera, Paz Castillo...

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