La procuradora

En verdad poco duró el luto oficial por la muerte de Carlos Escarrá, designado como procurador general en agosto del año pasado y figura de relieve entre los altos cargos del partido de la revolución. No esperaron siquiera, por decencia, que se disipara entre los militantes del oficialismo el dolor que siempre deja la partida de quien se la ha jugado públicamente, para bien o para mal, en función de sus ideas. En ese sentido, Carlos Escarrá nunca le sacó el cuerpo al debate político y parlamentario, y se convirtió de esa manera en una figura polémica y antipática para la oposición y su dirigencia, que a la vez supo enfrentarlo en todos los terrenos y en todas las circunstancias con argumentos de peso, impecables, y justos por lo demás. Ahora, al Presidente no se le ha ocurrido otra admirable idea que nombrar a la diputada Cilia Flores como sustituta de Carlos Escarrá, como si se tratara de cambiar un bombillo que se quemó por otro de menor precio, es decir, el más barato del mercado.

Desde luego al mandatario nacional le sabe casabe hervido todo lo relacionado con los intereses institucionales de la República y mucho más si se trata de la esfera de la vida civil. Pero en este caso no sólo se le pasó la mano, sino que metió la pata hasta el fondo. Tanto que habla el Presidente de los auténticos intereses del Estado y tanto que denuncia que son vulnerados por turbias maniobras de la burguesía nacional y del imperio, que hacen y deshacen a su antojo según sus tormentos paranoicos, y hoy sale a nombrar como procuradora a quien menos credenciales académicas y profesionales tiene para...

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