A propósito de las ideas de un lector

Ya les digo que, como suele suceder en las tiras cómicas cuando un personaje de bulto se esconde detrás de un raquítico árbol, un detalle de aparente escasa importancia puede esconder fácilmente argumentos en tono mayor, de esos que en un momento dado uno busca sin encontrarlos porque la obviedad nos los ha escondido. La comunicación de un lector, Jaime Hernández, quien atendió a la invitación de hace dos semanas para participar con ideas y recomendaciones en la adaptación de la Defensoría a los tiempos editoriales que corren, nos ha recordado el valor de esa frase proverbial que enseña que los árboles pueden impedir ver el bosque. El lector Hernández nos dice en su primera recomendación, que bien se pudiera pensar en algunos ajustes gráficos para la página de los viernes, y abrimos comillas para darle cabida a lo textual: Siguiendo el modelo de lo hecho con el suplemento literario, que logró quitarle el aspecto de mausoleo e hizo más agradable su lectura. Y agrega, como coletilla de esa primera recomendación: Y quizás hasta cambiar la foto del defensor. ¡Tatatata! Valga la onomatopeya de una fanfarria, no por el defensor, por supuesto, sino porque esa coletilla pudiera abrir la puerta para preguntarnos desde hace cuánto tiempo no se cambian las fotos que lucen los cabeceros de las columnas de los colaboradores fijos del diario. Les aseguro que los hay con menos pelos, con más canas, más gordos y más flacos, con barbas, sin barbas. Y paremos de con tar, no sin antes preguntarnos: ¿Y un diario no es actualización cotidiana? ¿Y la esencialidad del diarismo no requiere de la mayor actualidad posible? Nos pide Jaime Hernández que...

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