Otra óptica de la esclavitud

Para su nueva película, Azú, cuyo rodaje concluirá por estos días si la lluvia lo permite, el cineasta Luis Alberto Lamata regresó a una de las locaciones que más se recuerda de su ópera prima, Jericó: la cueva Alfredo Jahn en el pueblo de Birongo. En ese monumento natural, hace 20 años, el inolvidable actor Cosme Cortázar encarnó al fraile dominico Santiago, que en ese instante del filme decide aspirar el yopo con el que los indios que quiere convertir al cristianismo se comunican con sus dioses. Más que experimentar los efectos alucinógenos de la sustancia, el religioso termina acercándose como nadie al espíritu de aquellos hombres a los que los conquistadores creyeron sin alma. Pero la historia que Lamata quiere contar ahora es otra. Es la de Azú, una joven arrancada de su pueblo y de su cultura para ser traída como esclava de África a algún lugar de la selva venezolana. El relato, que se desarrolla en 1780, surgió de la idea original de Patricia Kaiser, crítica de cine y literatura y docente e investigadora que se inspiró en un aviso de prensa de la época en el que un hacendado pedía información acerca de una es clava que se le escapó y que se llamaba Azú. Cuando la Villa del Cine me propuso el proyecto estaba en etapa de sinopsis, explica Lamata, que trabajó en el guión con Darío Soto. La cinta, cuyo rodaje debió comenzar entre agosto y diciembre del año pasado, retrasó su producción debido al mal tiempo, pero fue retomada en febrero, en locaciones del estado Miranda. Azú no sólo detalla el traumá tico tránsito de la protagonista de la libertad a la esclavitud, sino también la pasión desmedida que ésta despierta en don Manuel su amo y propietario de una hacienda de caña de azúcar y su huída, junto con otros esclavos, en busca de un cumbe. Tenemos 300 años de historia colonial llenos de personajes anónimos, de los que nadie sabe qué vida tuvieron. El poder de la ficción está, precisamente, en completar lo que otras fuentes no nos pueden aportar, en darle vida a Azú, que en su momento no tuvo derecho ni siquiera a ser reseñada correctamente y no fue documentada como personaje histórico, dice Lamata. Una ficción, aclara el cineasta, sustentada en la investigación requerida para hacerla verosímil. Azú es sacada de su medio natural y después la zampan a esta hacienda de bahareque manejada por un hombre que, como era normal en aquella época, consideraba a las chicas negras y jóvenes como objetos...

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