Cosas que puedes saber de Enza García leyendo sus plegarias

En este nuevo, magnífico libro de Enza García Arreaza, cada cuento pareciera to talmente distinto al anterior y un ejemplo en su género, pero también hay sorpresivos hilos conductores que conforman un todo orgánico. Hay elementos fantásticos, autoficcionales, líricos, eróticos que confluyen en un durísimo retrato de la realidad venezolana reciente. Quizás más duro que los más duros libros que hemos leído sobre el tema en estos años. Quizás más acertado en desnudar el momento político que muchos ensayos. Pero no quiero hacer una lec tura de profesora, sólo quiero decirles por qué este es un libro que vale mucho la pena leer, entre otras cosas porque está escrito de manera maravillosa y porque además de una aguda y no siempre directa descripción de lo que pasamos, también la magia, el amor, el dolor, la sexualidad anidan en estas páginas. En suma, lo que quiero es decirles por qué deberían leer este libro y también que uno puede aprender muchas cosas sobre Enza, los zorros, los espíritus, los hechizos, el tiempo, la muerte y nosotros leyendo estas páginas. En Gracias nuestro señor Alexander Stein, por ejemplo, aprendí que Enza o un personaje que no puedo dejar de pensar que es Enza, o una narradora que se parece sospechosamente a Enza, pero que debe ser otra porque los escritores juegan mucho a enmascararse quería ser astrónoma. También supe que tiene un tarot de su abuela, la que tenía la casa llena de patos; que espía besos, que a su tía Lucía le hicieron una maldad al lado de una mata de nísperos y que revisa la correspondencia ajena para averiguarle la vida a los demás. La narradora escribe con un español diáfano y el adjetivo lo tomo de una diáfana descripción de uno de sus diáfanos relatos. Esta Enza que narra, que quizás no es Enza, suma y resta colores y descubrió que la etimología de una persona no siempre se ciñe a la historia universal de lo cotidiano. Y no hay que olvidar a Alexander Stein que puede ser malo, misterioso o bueno, depende del cuento o la circunstancia y que no trabajaba con dioses rústicos. En Jorge y el dragón supe que se inventa un personaje que se llama Don Fernando de los Santos Lugares y Cortés, que es dueño de barcos y consiente a su hija Luna en demasía. A esa pobre Luna, por cierto, el lecho siempre sabría a mar pútrido, a cielo negro des pellejándose en la dilación de un vacío, y coincidirán conmigo en que eso es una desgracia. Hay indios devotos de la luna del cielo que protegen a la mujer que se llama...

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