¿Qué no hacer?

La deriva cesarista como paradigma de liderazgo no es asumida ni siquiera en clave de Simón Rodríguez, cuya máquina de enunciados estuvo destinada al aprendizaje del autogobierno popular en fin, una educación política para la libertad, la igualdad y la ciudadanía republicana. El mito cesarista, bonapartis ta, personalista, caudillista, no es una fatalidad de la historia, está directamente articulado a las limitaciones concretas para el despliegue de la democracia participativa por parte de la totalidad de las direcciones realmente existentes de los partidos revolucionarios, muchos de ellos todavía inoculados con la verdad suprema del leninismo de partido único. Sólo una pequeña orienta ción bibliográfica; revise página a página la investigación sobre la teoría de la revolución en el joven Marx Michael Löwy. Editorial Siglo XXI y se dará cuenta del antagonismo entre la autoliberación de los trabajadores y trabajadoras, de su alienación política en cualquier figura del imaginario jacobino o del culto a la personalidad. No hay Bonapartes ni partidos únicos que le hagan el trabajo revolucionario al pueblo trabajador. No se trata de querencias ni de buenas intenciones de nadie. El asunto es que una maquina institucional como los partidos-aparatos requiere de sus engranajes bien aceitados, pues es el ritual ideológico, sus liturgias, las que enmarcan los habitus, la fraseología y voluntades que allí habitan como peces en el agua. Hasta ahora el príncipe mo derno no ha parido un partido democrático y revolucionario de masas que efectivamente ejerza la democracia radical interna y que exprese en un centro de dirección colectiva la voluntad mayoritaria no sólo de una militancia, sino del bloque social de los explotados y oprimidos. Con el pretexto de los cuadros bien formados sabemos que estamos ante engranajes bien disciplinados y sumisos. Por tanto, lo más elemental es aprender una lección de la historia: un partido único dominado por el centralismo burocrático prefigura siempre la maquinaria institucional del Estado autoritario-despótico. Por otra parte, la...

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