¿Y qué hacer ante tanto error?

Ya les digo que los recursos, esos medios disponibles para lograr algo, tienen una condición necesaria para que puedan rendir su beneficio: la utilización. La idea, tan tautológica que dejaría verde de la envidia a Perogrullo, llega hasta aquí como la única explicación que encontramos al exagerado número de estropicios que contra el buen lenguaje se pueden leer en las ediciones de los días más recientes.El Nacional pasó más de 50 años sin tener un manual de estilo. Recuerda uno desde románticos y espontáneos intentos individuales hasta comités formados ex profeso para que el diario contara con esa herramienta. No fue sino hasta casi finalizados los años 90 cuando pudo lograrse ese texto, que es el más vendido en la historia editorial de la casa.El Manual de Estilo de El Nacional es un conjunto de normas prácticas que no pretenden ser originales sino útiles, es la primera frase de la advertencia que ocupa una de las páginas iniciales del volumen. Luego refuerza el sentido de su utilidad, cuando afirma que fue concebido con el fin muy particular y concreto de ayudar a los periodistas del diario a expresarse con claridad y precisión.Pues bien, lamentablemen te, esa utilidad no puede prestarse desde la gaveta de un escritorio, o desde el anaquel de una biblioteca, que parecieran ser los sitios donde está sembrado el que debería andar de mano en mano en la sala de redacción del diario.Muchas de las recomenda ciones o normas establecidas en ese texto eran de uso común entre redactores y editores antes de que fueran asentadas allí. Que la palabra ministro va en minúscula inicial y no en mayúscula, que el tratamiento de señor, doctor o licenciado no se usan salvo cuando tengan un claro valor informativo, que la...

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