Querido Niño Jesús

Sé que existes. Lo he sabido siempre. Papá y mamá ponían los regalos pero tú ponías la inspiración. Gracias por todo. Estamos apenas a dos días de celebrar tu cumpleaños 2011. De allá para acá, cómo nos has ayudado. Tu gran regalo fue tu palabra y sobre todo tu ejemplo. Nos diste un mandamiento adicional a los diez que ya teníamos: amar al prójimo como a sí mismo. Pero no lo dijiste para los demás, lo hiciste. Te dejaste asesinar por el inmenso amor que sentías por nuestra especie. No me puedo imaginar el dolor que sintió tu mamá al verte clavado en esa cruz. Se me arruga el corazón. Y en el medio de eso, ¡los per donaste! Con tu mandamiento y ese perdón fundaste Occidente, la moral civilizatoria que nos dio lo bueno del mundo que tenemos. Gracias de nuevo. Y como sé que estás vivo, te es cribo para pedirte un poco más de ayuda, unos regalos para mi patria y su gente: Que los hijos vuelvan sanos y salvos cada día del año. Esperar a diario temiendo la mala noticia de tener que enterrar un hijo porque un hampón se enamoró de su teléfono o de sus zapatos no es vivir, es morir viviendo. Que la gente consiga un empleo digno, que la haga orgullosa de sentirse útil y autosuficiente. Las ayudas sólo son buenas cuando no son un hábito. Que los empresarios no vivan dudando de si invertir o no aquí. Sólo la inversión y el trabajo generan riqueza. Sólo la riqueza elimina la pobreza. Que los pobres puedan dejar de serlo. Que reciban apoyo, oportunidades. Pero, sobretodo, que no...

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