¡Quiero todo para Reyes!

Dos gemelas de 5 años de edad encaradas a la televisión compiten por ser la primera en decirlo. Incluso antes de que el anuncio muestre por completo el juguete, empieza a tabletear la conocida ametralladora verbal, que también vuelve a casa por Navidad: ¡Lo quiero, lo quiero, lo quiero!. La publicidad de jugue tes conquista por estas fechas la programación infantil de las cadenas comerciales, que cada vez atraen más a los pequeños. ¿Qué deben hacer los padres ante este hostigamiento publicitario? Cavar trincheras y establecer defensas para contrarrestar la ofensiva. Es decir, aplicar el sentido común, estimular el sentido crítico y marcar límites. Los niños son el blanco de la industria del juguete, pero también un objetivo interpuesto porque ellos no tienen capacidad de compra directa sino otra facultad, no menos importante: la de influir en sus padres, que son quienes pasan la tarjeta de crédito. En este proceso hay factores que juegan a favor de la industria. Por un lado, la atmósfera de mundo de fantasía en la que se envuelve la Navidad, como señala José Luis Linaza, catedrático de Psicología Evolutiva y de la Educación: Los niños pueden pedir la luna porque la Navidad es un tiempo mágico. Ni los Reyes Magos ni Papá Noel tienen limitaciones. Además, los menores son un objetivo relativamente fácil para los estímulos publicitarios porque tienen menor capacidad crítica que los adultos. Cuentan con menos herramientas intelectuales de defensa, indica Linaza. El mundo de la Navidad. A par tir de los 6 años de edad se considera que los menores comienzan a adquirir el pensamiento crítico, pues cuentan con capacidad de razonamiento y de lógica. Otra etapa clave en el desa rrollo es la adolescencia, el momento en el que se adquiere el pensamiento adulto: Se asume la proporcionalidad, se entienden los silogismos, se adquiere el pensamiento más abstracto.... De ahí que los esfuerzos se centren en las edades comprendidas entre los cuatro años y la preadolescencia. Este grupo de niños y niñas conforma la diana más sensible a los impactos publicitarios. Para ilustrarlo, Linaza recuer da un estudio en el que se pidió a unos niños que redactaran unas cartas a los Reyes Magos antes de que comenzara la campaña de anuncios de Navidad y, más adelante, que las repitieran metidos de lleno en la vorágine de anuncios. En el primer caso, los pequeños pedían juguetes en genérico una muñeca, un coche, y en el segundo entraban en el detalle de marcas. Si se hacen...

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