El quinto acusado murió prófugo

Fuerte Tiuna parece uno de esos museos de cachivaches que el escritor Martin Amis retrata en el libro Koba el temible . El ensayo recopi la anécdotas atroces del stalinismo y, también, algunas excentricidades del poder como las líneas de producción de electrodomésticos y carros que se fabricaron en la era soviética buscando la aleación entre orgullo nacional y comunismo: muchos de ellos terminaron Âcomo la lucha de clases olvidados en chiveras bajo cero a pocas cuadras de los McDonalds. Camiones y jeeps verde oli va sin dolientes, maquinaria oxidada, construcción silvestre de casas en casi cualquier terreno; alcabalas porosas, cierto desorden anticastrense, basura, barro y charcos de agua son parte de la escena. En la zona de las viviendas de transición Âdonde habitan damnificados a la espera de que el Gobierno les entregue sus hogares definitivos están otros edificios en los que sólo viven militares. Son bloques de baja estatura, no más de cuatro pisos, colindantes con la reja que separa el complejo militar de la autopista ValleCoche. Para llegar no hay que responder ninguna pregunta, sólo aclarar con los peatones algunas dudas espaciales porque no hay letreros ni señas. Ahí, en un lugar modesto y sin mayores comodidades, vivía Antonio José Canchica Gómez, el quinto acusado del caso del maletín que evidenció que los dólares de Pdvsa viajan por el aire y en efectivo. El sábado 8 de septiembre Canchica murió al caer del cuarto piso de su vivienda. Algunos militares que fuman cigarrillos cerca del lugar hablan del caso y de algunas posibles irregularidades en el levantamiento del cadáver. Lo hacen con resignación. Una vecina dice que lo que se comenta por allí es que el suicidio fue Âde madrugada por un asunto pasional. Se lanzó y no se murió. Pero después reventó por dentro, explica sin demasiado asombro. El militar era un prófugo de la justicia de Estados Unidos donde se ventiló en tribunales el caso de los 800.000 dólares Âno lo hicieron ni Argentina ni Venezuela al acusar a cuatro venezolanos y a un uruguayo de actuar como agentes de inteligencia en territorio estadounidense sin contar con autorización oficial. El capítulo del militar en esta trama comenzó con un café y terminó en la turbidez de un suicidio del que las autoridades no han emitido comunicado oficial hasta ahora. Grabado. Un marroncito bien cremoso fue lo primero que le pidió Canchica a Guido Alejandro Antonini Wilson cuando se reunieron en el Starbucks de Plantation, en...

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