Rajatabla representa la muerte de una época de psicodelia e ideales

La apertura de las puertas de un garaje congelado en los años sesenta, clausurado desde la muerte de su hermano, El Tigre, reaviva en Sulay las esperanzas de la juventud, cuando las drogas, el rock, la psicodelia y la libertad representaban el todo y las ganas de cambiar el mundo, una época en la que la filosofía hippie proclamaba que las balas fueran sustituidas por flores.En su vida actual, con 13 años más, nada de eso existe. Ni siquiera la canción Con su blanca palidez, versión en español del clásico de Procol Harum, que zumba en sus oídos como un mosquito, como un recuerdo incesante del pasado. Sus sueños fueron reemplazados por un matrimonio infeliz, por un esposo alcohólico, Gilberto, que una década antes se internó en las montañas con la idea de ser guerrillero y salió espantado, cobarde, una semana después. Ahora es un policía prepotente, soberbio, ahogado en sus penas. Un fracasado.Ese abismo entre lo que fue y lo que se es, entre los sueños de juventud y la frustración en la que puede llegar a convertirse la vida es el tema central de la obra Con una pequeña ayuda de mis amigos del dramaturgo Néstor Caballero, que 20 años después de ser estrenada en el Teatro Nacional fue retomada por Pepe Domínguez en una versión que escenifica el Grupo Rajatabla.Los protagonistas de esta historia tienen unos sueños, enmarcados en una revolución.Por ejemplo, está el famoso mayo de 1968 y el nacimiento de la cultura hippie. Ese fenómeno también llega al país, pero con ciertas particularidades.Está, por ejemplo, la guerrilla, un proceso que terminaría en los años setenta, cuando Rafael Caldera promulga el indulto.Pero hay unos sueños particulares que se truncan. Esa es la historia de estos personajes.Qué pasa con ellos, qué...

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