Rápidos y furiosos

Ya nadie habla de la tirolina. Nadie dice lo espectacular que fue pasarle por encima al río deslizándose por una cuerda que estaba a diez metros de altura. Ni pío sobre tanta adrenalina, tanto vértigo, tanto susto del bueno. Tampoco se habla, ni de ca sualidad, sobre las horas de carretera entre Caracas y Barinas ni el amanecer de postal con que terminó el viaje, ni sobre las montañas y los llanos verdísimos que hay camino al campamento Guamanchi. Nada se comenta sobre ese lugar en sí tan rústico y cuidado y perfecto para pasar el fin de semana. Ni siquiera aparece la pared de escalada que en su momento causó tanto agite. Esos temas pasaron de moda apenas se asomaron el río de piedras, las balsas y los remos. Ahora que la gente por fin hizo rafting, no existe otra cosa sino el rafting. Es nuestro juguete nue vo, asegura alguien mientras el jeep-camioneta rebota de vuelta al campamento y las balsas encaramadas encima chorrean agua helada. Y sí, los demás también tie nen cara de carrito de control remoto recién estrenado. Van diciendo que cómo no lo habían hecho antes, que eso sí que es adrenalina, que ni siquiera sienten el frío de tanta agua de río empapando medias, zapatos, shorts y franelas. Tanta adrenalina mojada se veía venir. A cada quien le entregaron, aparte de su remo, un chaleco salvavidas imposible de hundir y un casco de los que son cascos serios. Hasta sesión teórica hubo: cada guía le explicaba a los de su balsa que adelante significa remar con todo hacia adelante; que cuando se afirma izquierda atrás, los de la derecha siguen remando hacia adelante y que adentro significa que quien no se meta bien adentro de la balsa en medio segundo termina náufrago. Y para los que no entendieron bien lo de adentro, una sesión de lanzarse co rriente abajo para ser rescatado con cuerdas. Y ahora sí, rafting. La primera vez, dicen, es de práctica. Ocho kilómetros de recorrido suave para agarrar el ritmo y calentar los motores. Los guías explican que de cinco niveles de dificultad posibles ese tramo del río Acequia está cerca del medio de la escala con un tres y, cuando llueve mucho, tres y medio. Pero para los que nunca lo han hecho, que es la mayoría, el Acequia es rafting con R mayúscula. Hay remolinos, bajadas de montaña rusa, piedras gigantes atravesadas por todos lados y rápidos que, para los que están montados en la balsa, parecen nivel diez. Claro, hay una que otra oportunidad para quedarse mirando hacia los lados, hacia adelante y...

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