¿Y las rayas amarillas?

I.Si Usted ha seguido con alguna frecuencia estas líneas que escribo cada quince días, sabrá que suelo añadir una sección, Harina de otro costal, en la que me refiero a un asunto que nada tiene que ver con el tema que considero principal. En el texto que ahora empieza a leer verá que mantengo la costumbre, pero con una variante, esto es, me extiendo más en la parte que coloco en el saco almidonado y me ocupo más brevemente de un tema que me resulta insoslayable, aun cuando me faltan palabras, si bien me sobran estupor y disgusto.II.Me basta, pues, con decirle que el evento ocurrido la semana pasada nunca debió haber pasado y uno debe arrimar su modesta voz para protestarlo con la mayor fuerza posible. Debe hacerlo para tratar de impedir que las víctimas sean convertidas en agresores y que, en vez de sanciones, haya justificaciones que abochornan.Para tratar de atajar a una sociedad que lleva rato extraviando las rayas amarillas, las que indican lo que no se puede hacer por ningún motivo, al amparo de ninguna causa. Para tratar de que la política no sea asunto de gritos y golpes y que el ejercicio del poder no dependa cada vez más de los dictámenes de la vesícula y su capacidad de segregar bilis. Para tratar de recuperar el verbo pronunciado a bajos decibeles, en formato de diálogo. Para tratar de que el poder no se desmadre. Para tratar, en fin, de que nuestra Asam blea Nacional se parezca lo más posible a un parlamento y deje de ser un lugar donde no solamente casi no pasa nada, sino que casi todo lo que pasa es malo.Harina de otro costal La semana pasada Moisés Naím escribió, aquí mismo, un muy buen artículo, señalando que la obesidad sería un asunto neurálgico a lo largo de este siglo. Lo que señalaba Naím me ha dado pie para hilvanar versionando un par artículos míos sobre el tema algunas ideas en torno a la comida rápida, causa muy importante en la pandemia de obesidad que sufre el mundo.Es largo mi rosario de motivos en contra de la también llamada comida chatarra, además, claro, de sus efectos sobre la salud. No soporto, para empezar, ese formato único, montado sobre una suerte de línea de ensamblaje, idéntico en todos los establecimientos de todos los lugares del planeta, en los que usted no logra advertir un pepinillo...

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