Rebelión en el dugout

Aquel día llegamos temprano al estadio. Brillaba un sol esplendente, mientras conocíamos detalles de la noticia. A poco de disputarse el quinto juego de la final entre Aragua y Magallanes, los peloteros de los Tigres se habían negado a jugar.Bill Plummer era el mana ger. Conducía un equipo que buscaba su primera corona desde enero de 1976. Habían pasado 26 años de eso.La nueva gerencia felina, encabezada por Rafael Rodríguez Rendón y José María Pagés, había ensamblado un equipo que en cierto modo se parecía a aquellos que disputaron otras finales en los años 90. Había veteranos de gran rendimiento, como Roberto Zambrano, estrellas en ciernes, como Rubén Salazar, y grandeligas, como Wiklenman González y Richard Garcés.Juan Rivera, Víctor Zam brano, Oscar Salazar, Ricardo Palma eran nombres fundamentales de esa divisa, que ya había empezado a ver el lado luminoso de un joven Miguel Cabrera.Muchos eran líderes en el clubhouse y encararon a la directiva, solicitando un cambio inmediato: o Plummer se iba o no saltarían al terreno.Rodríguez Rendón y Pagés enfrentaron la disyuntiva de entregar la final por forfeit o complacer a los sublevados.Con las manos atadas, con transmisión nacional de TV, con decenas de medios impresos y radiales en el estadio José Pérez Colmenares, concedieron esa victoria a los rebeldes.No tenían opción. Rodolfo Popi Hernández condujo a los bengalíes esa tarde y los Navegantes celebraron el título.Aquel día, aparentemente aciago, comenzó la dinastía de los Tigres.Rodríguez Rendón planteó un objetivo a cumplir de inmediato: rediseñar la divisa, saliendo de todos los peloteros que cuestionaran la autoridad, y entregar el timón a un piloto que impusiera disciplina a rajatabla.La suya fue una sencilla filo sofía: los peloteros deben concentrarse en su desempeño al campo, hacer...

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