Una rebelión principista

En China protestar siempre se ha pagado caro. Sin em bargo, cada día se protesta más. La tónica de la protesta y las causas eficientes de las mismas se han estado transformando, han cambiado de contenido. La esencia de los incidentes de masas, como eufemísticamente se denomina allí a las protestas de la población, se ha vuelto desafiante, desestabilizadora, atemorizante. El temor al desbocamiento de la sociedad descontenta es lo que explica la desubicada declaración de la Unidad de Propaganda del Politburó del Partido Comunista cuando, presionada por la reac ción de la población y frente a los ojos atónitos del mundo, manifestó lapidariamente que dentro de la realidad social y política de China hoy es imposible tener el tipo de medios de comunicación libres con los que sueñan los manifestantes. El giro significativo que ha dado la manifestación del descontento en los últimos tiempos va a requerir de parte de las autoridades un tratamiento diferente al que se le ha dado hasta el presente. Porque es que al lado de la diatriba que se genera y se manifiesta en público por el alto costo de la vida, los desalojos, los reclamos laborales, la exigencia de probidad en el manejo de los asuntos estatales, el descontento por las expropiaciones y otros temas tradicionales se ha hecho un espacio un asunto más de fondo que tiene que ver con el respeto a los derechos individuales. La inclusión del reclamo por la libertad de expresión y por la democracia entre los temas neurálgicos de las protestas requiere de una respuesta diferente. Ya la represión no basta, ni tampoco la amenaza de sanciones a los disidentes. La rebelión principista no se detiene. En efecto, las sanciones impuestas al...

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