Una red presta asistencia y apoyo a familias con niños excepcionales

Petra La Rosa lleva años recorriendo las playas de Carúpano, pues allí vende chipichipis y mejillones. De eso vive. Tiene un hijo, Simón de Jesús, de 38 años de edad, quien a los pocos días de nacer sufrió una parálisis cerebral severa que le afectó el desarrollo normal del habla, además de impedir la movilidad de sus extremidades. Cree que, a pesar de que su hijo no pueda abrazarla o hablarle, se alegra por su presencia y se lo manifiesta de alguna manera. Ella, por supuesto, le retribuye ese amor y confiesa que, aún teniendo dos hijos más, Simón es su preferido. Su vida. Al principio los médicos le diagnosticaron meningitis, luego creyeron que se trataba de un asunto ortopédico, hasta que finalmente concluyeron que la causa de los problemas motores del niño había sido parálisis cerebral severa. Han pasado casi cuatro décadas de ese resultado y Petra admite que su hijo po dría estar mejor, pero el tratamiento ameritaba años de atención con especialistas, así como visitas periódicas a Caracas, que ella no podía costear. El tiempo fue pasando y pasando, como ella misma lo relata, hasta que Simón quedó, en sus palabras, a la voluntad de Dios. La Rosa no estaba enterada de que la diócesis de Carúpano, a través de su Pastoral de Acción Social Cáritas, desarrollaba, desde 2007, un programa de atención para niños y jóvenes con necesidades especiales. Una prima le sugirió que invitara a su casa a un grupo de catequistas que estaban realizando un censo para registrar a todos los ni ños y jóvenes con problemas cognitivos de la comunidad de Playa Grande. Durante la primera visita los catequistas tomaron los datos de su hijo y, desde entonces, lo...

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