Régimen de autoayuda

La comedia saca de aprietos a la economía del cine. En la época de la Grecia antigua, aplacaba las carencias del pueblo ávido de distracción. A falta de pan, siempre fueron buenas las tartas de crema lanzadas al rostro de las estrellas del humor de la depresión. El fascismo italiano, asegura Román Gubern, prefería la dieta del vodevil censurado a la ofrenda de un menú de propaganda oscura. De las cenizas del World Trade Center germina y florece el ramillete de la nueva risa enlatada para la exportación, cuyo caldo de cultivo se expande con las secuelas de la quiebra bancaria. Las hipotecas basura son el abono para el reciclaje actual del filón. Naturalmente, las películas se reproducen como hongos tóxicos y benignos después de la tormenta, dependiendo del dueño de la cosecha. Si la cartelera es como una casa de bolsa, las acciones de Plan perfecto deberían cerrar en números rojos. Por algo, su lanzamiento coincide con el anuncio del paquetazo. Ella misma es como un viernes negro con actuaciones descoloridas, malos chistes, giros de manual y un final pretendidamente agridulce. Ya lo saben: tener hijos fuera del matrimonio acaba con la familia y la amistad. Es la moraleja ortodoxa del equivalente de un dólar devaluado para el género. Ahora cuando la lechuga verde cuesta el doble, Los juegos del destino le de vuelve el color esperanza al mercado oficial y paralelo. Tres factores garantizan el éxito comercial y creativo de la cinta. El reparto conjuga las interpretaciones logradas de figuras veteranas del método y talentos emergentes de la meca. Bradley Cooper y Jennifer Lawrence recuperan el encanto de las parejas clásicas de Hollywood, secundados por Robert De Niro, Jacki Weaver y Chris Tucker...

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