Reino edulcorado

La llamada doctrina académica en la danza, que tiene en Marius Petipa su orientador fundamental, posee una importante base de sustentación en el ballet de acción de Noverre de la segunda mitad del siglo XVIII, que proclamaba dinamismo en la escena y expresión verídica en el gesto corporal. Sin embargo, los reparos a ese academicismo surgieron desde el primer momento del acercamiento entre la concepción del movimiento francesa y la rusa. Algunos extrañaban la imperturbable sobriedad gala, así como la ausencia de un genuino sentido dramático en las obras creadas por Petipa en el Teatro Marinsky de San Petersburgo. Finalmente, la escuela rusa se impuso con contundencia por su brillantez intrínseca y su énfasis virtuoso que por momentos pudo ser desmedido. El coreógrafo marsellés, luego de sus primeros referentes creativos representados en Don Quijote y La baya dera, logró la depuración máxima de su código estético y de su visión fastuosa de la puesta en escena en su trilogía concebida a partir de la música de P. I. Tchaikovsky: La bella durmiente del bosque, El cascanueces y El lago de los cisnes. Los tres lograron una fama impensada logrando sobrepasar su propio tiempo y contexto, pero sólo el segundo de ellos se hizo auténticamente popular manteniendo esa condición, difícil de consolidar en la danza clásica, hasta los tiempos actuales. El primer y más generalizado conocimiento sobre El cascanueces 1892 lo señala como un cuento de Navidad que parte de un inocente sueño infantil y que lleva en un viaje fantástico a lugares insospechados. La composición musical de Tchaikovsky constituye otro acercamiento directo a la...

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