Releer a Chabrol

El 12 de septiembre de 2010 murió Claude Chabrol. A pesar de sus 80 años de edad, vividos entre los excesos de un sibarita Âbuena comida, buen vino, habanos de primera y mucho cine corrosivoÂ, la noti cia de su fallecimiento sonó, en principio, a humorada, a nueva jugarreta de quien durante toda su vida artística se burló de los suyos y de sí mismo. Pero no. Era verdad: uno de los grandes autores del cine contemporáneo ya no podría seguir desnudando las pulsiones humanas donde anida la maldad. En más de 6 décadas dedicadas al cine Âa los 12 años de edad comenzó a trabajar, por puro gusto, como proyeccionistaÂ, Chabrol no hizo más que auscultar, cazar, disecar y exhibir la clase social a la que perteneció: la burguesía parisiense de la primera mitad del siglo pasado. Una casta de la que siempre desconfió por hipócrita y aco modaticia, por posesiva y esclavizante, por exquisitamente soez. Pero no se trataba, simplemente, de meter el dedo en el ojo de los suyos y en el propio. Cada una de las creaciones de Chabrol fue conscientemente concebida para desmontar las piezas de esa maquinaria social a la que él consideró responsable de algunas de las lacras que aquejan al mundo moderno, desde las explotación del hombre por el hombre hasta la violencia criminal. Ese era el ambiente que el cineasta mejor conocía. El bello Sergio 1958, la ópe ra prima de Chabrol, es considerada la partida de nacimiento de la Nouvelle Vague. No obstante, de todos los representantes de este movimiento que pretendía liberar al cine de los convencionalismos formales ÂGodard, Truffaut, Melville, Rivette, RohmerÂ, Chabrol fue el más apegado a las formas clásicas de representación de la realidad a través de las películas. En su cine, más que los saltos de montaje, el uso de la cámara en mano o la iluminación natural, importa el cómo se presenta la historia que los...

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