Niños y represión

En días recientes surgió la alarma cuando un grupo de niños que pernoctaban con sus padres en las aceras cercanas al Palacio de Miraflores, en procura de obtener respuesta a las condiciones infrahumanas en que viven en un refugio, fueron violentamente atacados como si se tratara de vulgares delincuentes por los cuerpos de seguridad del Estado. Pero no contentos con ello, los esbirros de la Policía Nacional Bolivariana se los llevaron a la fuerza y los separaron ilegalmente de sus padres, que fueron trasladados a otros centros de detención. Nadie dio explicación sobre el lugar donde estaban los niños y en qué condiciones habían sido albergados.

Tampoco se les aclaró, de acuerdo con lo que exige la Constitución, por qué estaban detenidos y qué clase de delito habían cometido para ser objeto de una represión tan insólita y brutal. A lo mejor le molestaban al Presidente, y sus súplicas en la calle a medianoche le impedían conciliar el sueño a nuestro líder eterno. Que a alguien le molesten los niños de la patria y mande a sus policías a reprimirlos en las inmediaciones de Miraflores es algo más que una contradicción: si de algo estamos cansados es del repique de campana chavista de que somos hijos de Bolívar cuando, en verdad, el Libertador era estéril y no procreó descendencia alguna. Tal vez, y si acaso, somos sobrinos de Bolívar, pero no más allá.

No obstante, este esguince histórico no da puerta abierta a quien vive en Miraflores para que ordenara a sus cuerpos de seguridad que, en un acto de rapto o secuestro, vaya usted a saber, unos niños inocentes fueran detenidos y...

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