Reprimir. Represión

Cuando, a fines del pasado año, el actual Presidente de la República juramentó el comando de la nueva Guardia del Pueblo, dijo, entre muchas otras cosas, que el nue vo cuerpo debe trabajar científicamente el problema de la delincuencia, con creatividad, no con la cultura clásica de la represión contra el pueblo y, sobre todo, contra los pobres. Acotó también: No podemos caer en la trampa del capitalismo, de criminalizar a los pobres o los negros, los afrodescendientes, los que viven en los ranchos, en las lomas. Los pobres no viven en lomas sino en cerros, pero bueno. No es la primera, y menos la única vez, que en las palabras del Presidente parecen confundirse la represión del delito con la represión al pueblo. Hay quien sostiene que esa es una de las causas de la impunidad casi absoluta y del libre ejercicio del crimen en nuestros barrios. La cosa es mucho más compleja, por supuesto, pero la pobre actuación de las policías contra los malandros tiene también que ver, sin duda, con los conceptos que se manejan sobre culpabilidad, victimización, tolerancia, persuasión y represión entre otros muchos. Del pensamiento, salen los proyectos, los planes de acción y las acciones. Del pensamiento confuso, planes confusos y acciones incongruentes. Quienes llevamos largos años viviendo en barrios populares, conocemos por larga y amarga experiencia la más variada gama de actuaciones represivas policiales. Es cierto, y en eso tiene razón el Presidente, que por mucho tiempo la acción de la policía fue indiscriminada contra todo el que se encontrara en la calle durante una redada, un operativo o un simple patrullaje, por ejemplo, y pocas veces contra objetivos específicos y bien precisados. De todos modos, no era frecuente el allanamiento de morada. Ese tipo de intervenciones masivas había disminuido durante los últimos años y hasta lo creímos desaparecido por un tiempo pero con el...

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