Respetar la soberanía

Soberanía, idea peligrosa tal y como se nos muestra en estos días a los vene zolanos. En nombre suyo se descalifica, ofende y, si es posible, se criminaliza a quien dentro o fuera de Venezuela ose comentar siquiera el descalabro provocado por un ejercicio del poder cada vez más concentrado en preservarse y menos interesado en el país y su gente.Para constatar lo anacróni ca y destructiva que es esta manera de entender la soberanía no hace falta volver la mirada a los clásicos; basta asomarse al vecindario. Por ejemplo, Enrique Peña Nieto, Dilma Rousseff y Michelle Bachelet encaran situaciones complicadas que han mermado seriamente sus apoyos, reducido su margen de maniobra y aumentado las tensiones políticas frenando, según el caso, sus planes de inicio o reinicio de mandato.Ninguno de los tres alienta la polarización entre los suyos y los otros, ni cultiva la tesis del cerco externo. Cada uno procura cuidar las alianzas, dar señales de que escucha los reclamos no sobra decir que indispensablemente los de sus opositores y dejar fluir la institucionalidad. Seguramente no terminarán sus mandatos como habían planeado, y para eso habrá opciones ciertas de alternancia.¿Y qué tiene que ver eso con el respeto a la soberanía? Mu cho, todo, aunque por aquí se nos diga que hacer respetar la soberanía venezolana equivale a que el gobierno se encargue de defender la patria de los enemigos externos y sus aliados internos como se lee en la motivación de la más reciente Ley Habilitante. Argumento perverso que fue llevado a la práctica extrema por la ola regional más reciente de regímenes autoritarios y por la revolución cubana, cada cual con sus particulares planes de refundación y sus doctrinas de seguridad nacional. El caso es que lo esencial de la soberanía se cultiva y se pierde dentro de los países.Los presidentes lo son, en democracia, porque reciben un mandato a...

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