El retorno de los muertos vivientes

Hugo Chávez tuvo que regresar a Venezuela para abortar la juramentación Âque se estaba programando para esta semana de Elías Jaua como presidente encargado y acabar de una vez con las pretensiones de los operadores que comenzaron a tender puentes con sectores de oposición, para recibir apoyo en un posible gobierno de transición. No hay chavismo sin Chávez. Pero, sobre todo, retornó para conjurar los demonios desatados por su ausencia en el seno de la Fuerza Armada y darle una espantada al avispero provocado por el tema de su sucesión y por el malestar producido debido a la influencia nefasta de los hermanos Castro, empeñados en dejar al presidente Chávez retenido en Cuba, para que dependiera absolutamente de su voluntad. Hoy más que nunca, en la Fuerza Armada se plantea el tema de la entrega de nuestra soberanía a los cubanos, hasta el panadero de la esquina dice que somos una provincia de Cuba, que aquí manda Fidel. Nadie quiere tragarse eso de la patria grande ni con mojito. El provecho de los Castro de esta lamentable situación enardece a los venezolanos, incluidos los militares, que saben mejor que cualquier civil que las decisiones políticas las están tomando Raúl y Fidel, que han visto peligrar el futuro económico de la isla con la inesperada enfermedad de su pupilo. Chávez no ha estado en condiciones físicas ni psíquicas para gobernar y estaba entregado, como nunca antes, a dejarse manejar por el dúo perverso. La alocución de Chávez el pasado jueves 30 de junio, confirmando la extirpación de un tumor cancerígeno Âque era un secreto a vocesÂ, fue ordenada por los Castro para convencer a los venezolanos de la inconveniencia de trasladar al paciente a Venezuela durante el tratamiento. Estaban empeñados en no dejarlo salir y...

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