Revisitar un trocito de ciudad fuera del mapa

Al final de la calle principal de Los Frailes de Catia es fácil ver las huellas de los deslizamientos que acabaron con parte del lugar. Allí los restos de una platabanda suspendida al borde de un tajo nos sirve de mirador de las laderas del Ávila literalmente estamos metidos en el cerro y para observar los bruscos cambios que han ocasionado en la zona las lluvias y los derrumbes. Ese accidente geográfico marca la entrada a un sector que asciende por el cerro y serpentea en una abrupta topografía de bordes, terrenos inestables y apretujada densidad. Lugares y caminos que no aparecen representados en el mapa de la ciudad o, más bien, están representadas como un vacío: de pronto el tejido de calles conducen a la nada y da cuenta de los límites de lo que se concibe como ciudad y lo que no, esa antipática distinción entre ciudad formal e informal. Acompañados por la gente de Procatia que tiene su propuesta de Catia Municipio iniciamos el recorrido en la calle Coromoto, primer lugar de contacto entre esas dos ciudades. Al inicio las cosas parecen mezclarse, y existe un momento de continuidad con la trama formal, pero pronto el tejido urbano comienza a transformarse: la calle se estrecha y se convierte en callejón, de donde salen flacos pasadizos y surgen empinadas escaleras zigzagueantes; se atiborran las viviendas, se enciman unas sobre otras y se muestran en distintos niveles, por lo que es fácil tener una puerta de entrada a un lado y al otro un tejado, en una arquitectura que trata de aprovechar palmo a palmo las irregularidades y crea a ratos espacios poco comunes, algunos encantadores, otros no tanto. De alguna manera, en el tra yecto se va percibiendo...

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