Para Richard Blanco no existe la palabra tarde

Richard El avioncito Blanco 21 de enero de 1982 no aparenta la edad que tiene. Llega exhibiendo sus tatuajes; algunos de ellos nuevos como sus últimos goles con sello chileno. No obstante, la de 2012 no fue la primera experiencia de Blanco en el extranjero. Cuando tenía 15 años de edad, me fui a probar en Tenerife, y estuve como dos meses y medio allá, de vacaciones. La oportunidad salió gracias a mi primo Heatklif Castillo, quien ya tenía tiempo allá marcando goles. Me quería quedar, porque me enganché definitivamente con el fútbol, pero mi mamá me hizo regresar para terminar el bachillerato. Era eso, o nada, confesó el guaireño, quien estudió en el colegio San Vicente de Paúl de La Guaira. Viví muchas etapas. En aquella época el fútbol no era bien pagado, y di muchas vueltas, pero siempre con la idea de ser profesional. Jugué en el Galicia, después fui al fútbol sala, me fui a Italia, algo que para muchos fue un error porque significó parar mi ascenso como profesional, pero ahí pasé por muchas cosas que me afianzaron en mi la idea de lo importante que era el fútbol para mí. Esto se convirtió en mi estilo de vida. Un proceso complejo. El de lantero supo acoplarse a O?Higgins y a la ciudad de Rancagua. Fue un proceso difícil, porque cuando llegué el equipo tenía como cuatro o cinco fechas de haber comenzado, y tuve que adaptarme muy rápido. Ya en el segundo semestre estaba muy motivado por la Copa Sudamericana. Fui afortunado además de trabajar con un cuerpo técnico muy bueno. Toto Berizo, el técnico, Roberto Bonano, su asistente, me hicieron sentir siempre a gusto. Es un grupo muy humilde, empezando por quienes mandan. Quiero seguir ahí...

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