Rompiendo una lanza

Últimamente me he sentido más anacrónico que de costumbre. Completamente fuera de tiempo y desprovisto de los nuevos valores culturales y morales en boga, o sobrecargado de los viejos valores por los que he vivido con orgullo, al igual que lo hicieron mi padre y mi abuelo, ambos médicos formados en el Hospital Vargas. Con esa sensación es fácil entrar en conflicto con el diario vivir en el mundo de hoy y más en esta tierra venezolana, tan actualizada para lo inconveniente y prac ticante de la imitación de aquellos que apabullan con su poder sin consideración de sus deberes y los derechos de los demás. Convivir es difícil, pero lo es aún más, cuando la convivencia exige la sumisión, la pasividad y la aceptación de lo inaceptable. Está claro que el camino de los pueblos no puede ser el de la pasividad y la sumisión. No es ese el camino de nadie. No puede serlo. Las personas asumimos que somos únicos e individuales y que nuestro destino nos pertenece y compartirlo nos hace crecer como seres humanos. Decidir lo que queremos ser, hacer y decir, es la base de nuestra libertad. Crecer como personas nos convierte en modelos y ser modelos es la forma de inspirar personas que serán mejores ciudadanos. Los médicos hemos sido, tradi cionalmente, modelos de entrega, de vocación de servicio, de apoyo personal y familiar. Siempre nos hemos considerado una hermandad que junta sus esfuerzos en beneficio de nuestra sociedad y que recibe de ella el respecto y la expectativa por nuestro...

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