Rosa oscuro, el color de la frustración

Pocas veces en la historia de la humanidad el color de las rosas ha hecho tanto daño a tanta gente a la vez. Seguramente nunca. La laceración, simbolizada por el color, comenzó días antes del partido Táchira-Atlético Venezuela a jugarse en San Cristóbal. Los inconformes, los intolerantes, tenían la emboscada preparada desde mitad de la semana, cuando a sus oídos acechantes llegó la noticia de que el equipo de sus afectos, su Carrusel Aurinegro del alma y del corazón, saldría a la cancha del estadio Pueblo Nuevo con camisetas que, por el tono, se solidarizaban con la campaña mundial Âque en Venezuela es llevada por Senosayuda para el combate incesante contra el cáncer de seno. Pero es que hay mucho de metafórico en todo esto. Mucho de emblemático. Tiene que haber causado extrañeza en la gente, los que consecuentemente van a los partidos del equi po aun en sus momentos de despecho, como los actuales, ver al Táchira con ese color en sus dorsos. Tiene que haber sido un impacto, cómo no, ver a los jugadores contradecir una tradición ancestral, sin las franjas amarillas y negras alegrando la tarde gocha. Pero se entendían las razones, el por qué de aquello, que más que el tono tenía que ver con el sentido de trascendencia humana que quisieron darle los directivos tachirenses... Pero, ¿podría culparse, abrirle las venas al grupo de hombres que se atrevieron a desafiar el poderío de los equipos, de los árbitros, de la Federación Venezolana de Fútbol y de todo el que les saliera al paso, sólo por respetar, y hacer respetar la historia del club? ¿Podría echársele en cara el empeño por decir aquí hay un gocho, aquí está el gentilicio, aquí está la patria pequeña y querida? No hay quien pueda con los sentimientos, y si mil veces a los insurrectos se les presentara la oportunidad, mil veces...

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