La ruta asesina de los hombres cultivados

Eran historiadores, filólogos, economistas, sociólogos, filósofos, juristas o profesionales en campos afines. Varias de ellas, personas cultivadas, estudiosas, informadas. Provenían de distintas partes de Alemania. ¿Qué tenían en común aquellos hombres que se hicieron miembros de la SD, el Servicio de Seguridad nazi? Compartían una infancia durante la Primera Guerra Mundial y la época de disturbios que le siguió, hasta mediados de la década de los veinte. Pero, y esto es esencial, estos hombres guardaban silencio sobre la derrota militar y el Tratado de Versalles: el silencio del trauma.Conocían el duelo: se estima que la mitad de los alemanes unos 18 millones de personas fueron afectados por la guerra perdida: fami liares muertos, heridos o prisioneros. Otros, la inmensa mayoría, experimentó el hambre: El hambre, el duelo, la sensación de estar luchando por la supervivencia cotidiana constituyeron así los tres elementos principales de la experiencia de los niños. Un trauma masivo y masificado. La guerra, en el imaginario y en los discursos predominantes de Alemania, había sido en defensa propia y para evitar su desmembramiento.Crecieron y se formaron con la sen sación de vivir en un mundo de enemigos, que contrastaba con el espíritu völkish visión etno-nacionalista que comenzó a pulular y expandirse en asociaciones, clubes, gremios, universidades y como corriente de opinión. El enemigo era peligroso, inhumano, atrasado. En numerosos hogares acomodados y culti vados que constituían sociológicamente el consentimiento alemán al conflicto, la guerra se convirtió así en el lugar de una forma de utopía milenarista.La guerra dotó a la...

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