Sabor de Venezuela en Brasil

La imagen sorprendía por inesperada. En una hermosa posada vestida de gala para la ocasión, una fila de impecables mesoneros servía 130 frasquitos de Siete potencias que recordaban el gusto a Margarita. Seguía una avanzada de platos de lau lau ahumado, coronado con casabe mariquitare del Amazonas y aceite de hormigas limoneras, esas que cuando se muerden sorprenden con sabor a limón. Luego, una pisca con gusto andino y propuesta estéticamente renovada. Proseguía un báquiro en salsa de manaca, el fruto al que los indígenas del Amazonas atribuyen los poderes de la sangre. De postre, un bombón relleno de queso de cabra y elaborado con piñonate, el dulce tradicional margariteño preservado por un par de familias que ruralmente lo elaboran en el margariteño pueblo de San Juan. Al final, un postre con sabor a chocolate y ron venezolano. Lo inédito de la escena es que ocurría en Tiradentes, una hermosa y remota ciudad colonial del Brasil, a la que se llega luego de un viaje de cuatro horas por carretera desde Belo Horizonte en Minas Gerais y más dos horas de vuelo desde Sao Paolo. Sin contar las horas para llegar a Brasil. En la cocina de la posada, los chefs Sumito Estévez, Nelson Méndez y Héctor Romero se afanaban en preparar estos platos que recordaban a Venezuela en esa esquina del continente. Allí, el presidente de Madrid Fusión, José Carlos Capel, les preguntaba con genuina curiosidad cómo elaboraban cada plato de una propuesta que calificó de "cena soberbia" por Twitter. Y, por un momento, en Tiradentes muchos se preguntaron, en portugués, qué era casabe, entendieron lo que era la pisca y cerraron la noche con gusto a chocolate venezolano propuesto por este trío de cocineros que explicaron cada plato para más de una centena de personas que se estrenaban en esos sabores venezolanos. Tiradentes a fuego lento. Durante 10 días, esta ciudad brasileña de calles empedradas, poblada de imponentes posadas, con carretas de caballos entre los carros y casas coloniales de techos altos, se llenó de efervescencia gracias a este festival gastronómico capaz de convocar a chefs de distintas fronteras en seis cenas de gala y varias ponencias anuales. Bajo un sol sin pudores, en la plaza había stands y salones, montados para la ocasión con la elegancia que ameritaba. Allí, estuvo el chef Jordi Roca del Celler de Can Roca en España, considerado el segundo mejor restaurante del planeta según el famoso ranking St Pellegrino. También, los chefs peruanos Virgilio...

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