Salgamos a matar

Es orden, permiso y deseo. Todo envuelto en un bellísimo y contextual papel de regalo hecho de hermosas palabras y palabras y palabras fi namente encaminadas a seducir nuestra mirada y obligarnos a detenerla en ellas para gozar de su encanto y no reparar en su mal encubierto contenido. Tres cosas que no se pueden celar: la orden, pues si se oculta no es orden para todos, el permiso y sobre todo el deseo que se fuga solo por todos los poros de la revolución. Toda revolución a lo largo de la historia ha empollado celosamente el deseo y lo sigue empollando hasta que se da el momento de sacarlo a la luz. Entonces sí, se implanta el terror. El terror no es sólo un sentimiento que encoge el ánimo y retrae a la persona que busca refugiarse en los más oscuros escondrijos. Para la revolución es todo un estado del Estado, una manera de hallarse éste situado en la existencia de la sociedad completa, desde las instituciones hasta el tú a tú de los ciudadanos que son convertidos en sus promotores y difusores mediante el sapeo ordenado, permitido y deseado. ¿Qué revolucionario no ha amado y deseado furiosamente la violencia partera de la historia, para que esa señora dé a luz por fi n la verdadera paz pro ducto de la guerra? El deseo de eliminar a los enemigos de la santa revolución está inscrito en la lógica, en las entrañas ardientes, de todo proceso radicalmente revolucionario.Siempre, para mantener el orden, se da la orden...

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