Salto sin paracaídas

El Presidente de la República pasó 72 horas en Venezuela, y en trance de regresar otra vez a La Habana donde se somete a un largo y arduo tratamiento de radioterapia, decidió dirigirse al país desde el Salón de los Espejos del palacio de Miraflores. Fue uno de sus más breves discursos, pues el comandante Chávez Frías no está en condiciones de pronunciar los que le son habituales. No obstante, los efectos de los minutos del discurso presidencial serán de largo, muy largo alcance, y sus implicaciones, nadie lo dude, de extrema gravedad tanto nacional como internacionalmente. De manera improvisada y unilateral, el jefe de Estado promulgó la Ley Orgánica del Trabajo, recurriendo a las facultades habilitantes que para asuntos muy diferentes le otorgó la Asamblea Nacional en una demostración de renuncia de sus obligaciones constitucionales, o sea, en un gesto de sumisión ante el Poder Ejecutivo sin los disimulos del tiempo de Juan Vicente Gómez. La profunda, impredecible crisis que vivimos los venezolanos se explica por esta trágica transferencia de los poderes del Estado a una sola persona, de quien todo depende y ha dependido. Así, el Presidente de la República es el gran legislador que utiliza sin límites la facultad habilitante que se le concedió para atender la emergencia de las lluvias de hace dos años. Las leyes del trabajo son críticas en las sociedades porque deben atender los más diversos factores, circunstancias y características de la economía y los hábitos y costumbres de los pueblos. Tocan cuestiones vitales como la seguridad social, las prestaciones, el empleo. Una ley mal...

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