Salvar a Europa

Europa enfrenta una crisis económica y financiera que pudiera tener amplias repercusiones. En lo político, se habla de una amenaza a la continuidad de la Unión Europea. En lo internacional, se teme que pudiera dar lugar a una crisis mundial dentro del cuadro de una economía estadounidense debilitada, y provocar una reducción en la demanda de las exportaciones de los países emergentes y subdesarrollados, lo que crearía un círculo vicioso deflacionario y una generalización del desempleo.

Esas perspectivas de males mayores requieren, para que no se materialice la debacle, de la acción concertada de la comunidad internacional. Pero, por las consecuencias políticas que tendrían en los países desarrollados las medidas requeridas, hay pocas probabilidades de que el liderazgo de ellos esté dispuesto a sacrificarse. En consecuencia, para intentar un salvamento se ha enfocado la mirada en las economías que aún lucen vigorosas: Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica.

Esos países, además de presentar tasas de crecimiento satisfactorias cuentan con abultadas reservas internacionales que pudieran servir para apoyar a las naciones con economías más precarias, como Grecia, y evitar que se hagan realidad los malos presagios. De manera que nos encontramos en la curiosa situación de que se espera que países no desarrollados salven a Europa y con ello a la economía mundial, incluyendo la de Estados Unidos. En el FMI se discute actualmente cómo podrían hacerlo.

No es la primera vez que se presenta esta extraña situación. En 1974, cuando la llamada crisis de los precios petroleros, los países de la OPEP...

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