La Santa Sede

Las construcciones más dolorosas para un régimen democrático son las cárceles, símbolo del fracaso de las sociedades, fracturas de la convivencia. Las más gloriosas son los teatros y las salas de concierto, que representan la más alta civilidad, el concierto entre ciudadanos; junto con las escuelas, expresan la buena salud de la ciudad. No es casualidad que en las ruinas de la antigüedad griega y romana las únicas edificaciones reconocibles entre escombros sean los anfiteatros y los templos. La construcción de teatros y centros culturales es una de las grandes prioridades de la nueva Venezuela, la respuesta urgentísima al perfil demográfico que tenemos. El indicador más elocuente de esta necesidad básica es la sede del Sistema de Orquestas Juveniles en Quebrada Honda. No hay hora del día en que no esté llena a reventar de niños y jóvenes, una colmena de activi dad incesante; conciertos extraordinarios y gratuitos en múltiples salas, cubículos de estudio siempre abarrotados de músicos practicando. Un paseo de cinco minutos por esa prodigiosa construcción, mundialmente reconocida, anima al más pesimista; allí vemos cómo el potencial de una juventud inquieta es atendido con la mayor seriedad por un equipo de docentes entregados a una meta: elevar la calidad de vida a través de la música. Pero el edificio, la planta física, es la nave que permite la gran travesía. La construcción de espacios, teatros, sedes culturales, es la solución para erradicar el ocio negativo y santifi car el ocio creativo del arte. Tenemos que sustituir de una vez por todas la terapia ocupacional propuesta a la juventud por el militarismo, la disciplina sin otra meta que la obediencia estéril en función del control de los seres humanos por la...

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