Siruela edita Doña Bárbara

Acostumbrados a saberla grande, hemos olvidado su grandeza. Obra mayor de nuestro aporte a la novela, las nuevas plumas narrativas le han dado la espalda. Evaluándola más por lo que sus epígonos admirados quisieron de ella que por lo que ella misma significaba en nobleza de lengua y cultura, no se supo ver siempre lo que tenía de verdad y franqueza. Han hecho falta sus primeros 80 años para comenzar a vislumbrar que no se trataba de un furor de local veneración lo que ha movido a tantos y tantos seguidores a considerarla un libro de longeva perduración. Desentendida quizá de estos afectos de bien o de desdicha, las Ediciones Siruela, con su habitual buen hacer y con su esteticismo de factual significación, acaban de publicar, en su colección Tiempo de Clásicos, junto con Eugenia Grandet, Cumbres borrascosas y Las palmeras salvajes de Balzac, Brontë y Faulkner, la obra cúspide del maestro Gallegos. El prólogo ha sido encargado a la escritora mexicana Carmen Boullosa que años atrás conocí en Caracas, cuando aún era promesa y no celebridad, al presentarla en una conferencia en la Universidad Católica Andrés Bello y la lectura que alcanza tendrá desde ya que contarse entre las mejores exégesis gallegianas no pocas y nunca suficientes. Boullosa sigue al personaje, por el que está seducida, en suerte de reivindicación justiciera hacia los derechos de la mujer y hacia su destino literario. Sobre esto último, encuentra para él digna Domus cervantina: Doña Bárbara comparte con El Quijote y un puñado selecto de personajes literarios un destino privilegiado: sale de las páginas de...

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