La solución tiene plazos

El gobierno no quiere a la oposición unida. Le teme a esa fortaleza, y ya ha recibido su des carga de fusilería en recientes refriegas, por lo tanto, sabe del poder y alcance de sus municiones. Prefiere ver a esa unidad devenida en una feria de vanidades. Afligida y suplicante.Perdida mirando para el cielo, como consultándole a los astros la fecha de una salida elec toral. Masajea los egos, haciendo chorrear algo de aceite en los ojos de sus dirigentes para que no puedan distinguir la línea que separa el valor de la osadía, el arrojo de la intrepidez, o la prudencia de la presunción.El gobierno, al mismo tiem po que hace ver que promueve el diálogo, mete zancadillas a sus interlocutores para devaluarlos, asignándole a esos encuentros un carácter de comedia que provoca vergüenza en sus participantes. Es una apa rente improvisación planificada para desprestigiar el diálogo. En ese contexto, el país está alucinado por tanta irresponsabilidad. La crisis general es cada día más aguda. Su principal exponente es el hambre que azota a significativos sectores de venezolanos que rebuscan paliativos en montones de basura, escenas que contrastan con la cara reposada de jugador de truco de Maduro, cada vez que sale hablando en las largas y fastidiosas cadenas de radio y televisión. No sabe gobernar, pero sabe bailar, baila mucho como lo hacía Cipriano Castro. Pero el que no tiene ni ganas ni fuerzas para resistir el zarandeo es el pueblo, que se...

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