La sombra de la antecesora

El mayor handicap al que se enfrenta La chica del dra gón tatuado es, co mo en mi caso, que quien vaya a verla conozca de antemano la versión que del mismo libro de Stieg Larsson hizo en 2009 el cineasta danés Niels Arden Oplev con el título Los hombres que no amaban a las mujeres. Las comparaciones entre una y otra película son inevitables. Imposible abstraerse de la primera mientras se ve la segunda. Es por ello que la historia contada por David Fincher, responsable de la producción de Columbia Pictures y MGM, pierde ante su antecesora toda la fascinación, el atractivo, de lo sorpresivo cuando el espectador está al tanto de los detalles de su historia. Y ello ocurre aun cuando el cineasta nacido en Denver, Colorado, se luce en el manejo vigoroso y casi expresionista del lenguaje cinematográfico. Un es tilo bastante cercano al de su época de director de videoclips. De hecho, alterar la estructura narrativa con respecto a la linealidad general de la cinta sueca no impide que las incidencias de La chica del dragón tatuado re sulten bastante familiares. En esta ocasión, el que pegó primero pegó más fuerte. Sin más. Prefiero la cinta de Niels Arden Oplev, no sólo por su uso poco efectista de los recursos estilísticos y de los códigos del thriller policíaco, sino por su apego discursivo a aspectos de la historia sueca como el pasado nazi, del que apenas se hace mención en el filme de Fincher, a no ser por los comentarios que, casi a manera de chisme, le hace el industrial Henrik Vanger al periodista Mikael Blomkvist cuando lo contrata para que investigue la desaparición de su sobrina Harriet, 40 años atrás. La magnífica música de Trent Reznor Âesencial para acentuar el tono de suspenso que a veces las imágenes de Fincher no logran expresarÂ, un montaje perfecto y, por ende, un ritmo ídem, el...

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