Sonia

Cuando eran adolescentes, Sonia Sanoja y Gra-ciela Henríquez, bailarinas, se encontraron y conocieron en el Liceo Andrés Bello de Caracas, en el momento en el que su director Dio nisio López Orihuela estaba permitiendo a la pareja argentina Heri y Luz Thompson, integrantes de los Ballets Rusos del Coronel de Basil, crear en el Liceo una cátedra de Ballet, la primera iniciativa que conoce el país venezolano desde los tiempos que vieron bailar a Ana Pavlova en Puerto Cabello; luego, en Maracay para el general Gómez y por último en el Teatro Municipal de Caracas.Se dice que la danza, el ballet es lo que queda en el aire después de que el bailarin pasó por él. El bailarín cumple su ciclo de vida activa, pero cuando la edad vence al salto y debilita la energía de la musculatura, deja de bailar, se ausenta de la escena y por lo general, nos olvidamos de él. ¡Es como una muerte! ¡Pero no es así! Hay una memoria corporal que se resiste al tiempo aunque el bailarín o la bailarina no puedan mostrarse en los escenarios.Sonia Sanoja y Graciela Henríquez comenzaron sus vidas de bailarinas siendo niñas, hicieron su carrera de triunfos y en un afortunado intento por demostrar la persistencia de esa memoria corporal, el coreógrafo Leyson Ponce, inspirándose en un breve relato de Rómulo Gallegos titulado La hora menguada, la historia de amor-odio entre dos hermanas que se ven obligadas a convivir sabiendo que una le arrebató el marido a la otra, reunió 2016 a estas dos leyendas de la danza en Venezuela: ambas octogenarias, en aquella hermosa obra de drama y movimiento producida por Carlos Paolillo. ¡Y resultó ser verdad! Existe una memoria corporal y tanto Sonia como Graciela mostraron en el escenario la sabiduría contenida en sus cuerpos.Sonia y Graciela, convertidas en leyendas y figuras emblemáticas, cumplieron sus respectivos ciclos gloriosos y terminaron juntas lo que iniciaron en la edad del aprendizaje. La danza estuvo en ellas y dentro de ellas a lo largo de su vida y lo sigue estando en Gra ciela. Conocieron el deleite de palpar el espacio en un roce apenas del brazo o con girar dulcemente el torso mientras se alargaba el movimiento del cuerpo buscando en el tiempo de la memoria el único lugar donde es posible seguir danzando.Graciela, antropóloga egresada de...

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