Los sonidos del silencio

  1. Una de los rasgos más impresionantes de los caudalosos ríos de gentes que el miércoles 26 de octubre atravesaban Caracas camino a La Carlota, era el porte a la vez silencioso y decidido con el que las personas marchaban. No había un ápice de triunfalismo. Ni de fiesta. Tampoco, dato importante, de agresividad.La sensación que transmitían aquellas multitudes mul ticolores era que estaban cumpliendo con un deber cívico. Una responsabilidad. Poniendo en escena una convicción. La democrática. Era una presencia racional. Un asunto de gente responsable.En los comentarios de muchos se sentía el agotamien to. En el de otros, la frustración. Pero nadie se rinde. La gente persiste. Muchos cuestionan a la dirección política. Quieren la batalla final ya. Están convencidos de que solo con una manifestación sin retorno es posible salir de los rojos. En medio del sol inclemente proponían conducir la movilización a Miraflores. Vámonos al centro de una vez por todas, así nos maten, clamaban con pasión.Pero la dirección política actuó sensatamente y poster gó el acto de presión frente al palacio presidencial para el 3 de noviembre. Para que venga todo el país, fue el argumento de Henrique Capriles.II. Es un lugar común, pero nunca había sido más cierta la frase: Venezuela es una inmensa olla de presión a punto de estallar. El revocatorio era la única manera de drenar el vapor caliente del descontento colectivo.Pero el poder rojo nos lo negó.A las personas, por pacíficas que sean, no se les puede burlar tan impunemente. Y los jerarcas del chavismo, los árbitros electorales, los jueces al servicio del poder, los jefes militares, lo hicieron. Le han arrebatado a un país entero sus derechos. Por eso la gente se siente herida. Burlada. Ahora, ya no hay vuelta atrás. Es capaz de cualquier cosa. Se les siente en sus miradas. En el silencio convencido con el que salen a protestar.III. Lo que pasa es que ustedes los venezolanos son muy maricas. Nosotros ya les hubiésemos metido una granada por el trasero y los hubiésemos hecho volar en pedacitos que luego hubiésemos puesto en una cajita y se los hubiésemos hecho llegar a su familia con una cintica de regalo.Eso fue lo que me dijo, en medio de un viaje forzo so, un...

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