Tú tampoco quieres mando

Imagino las vacilaciones de Vicente Emparan aquel 19 de abril.Habría dicho: ¿Pero es que estos gilipollas pretenden desobedecerme, siendo que soy el representante de Su Majestad, aunque su Alteza Serenísima ande huyendo de Pepe Botella? ¿Debo ir a la Catedral y estos orilleros van a seguir con la vaina de exigirme atravesar la Plaza Mayor para oírles sus quejas? Hoy he de deciros los noto más envalentonados que otros días, será que están pensando en... No; imposible. Siquiera imaginarlo me parece pecado.Pero el bueno de Vicente, mientras cavilaba, era llevado no digamos que a empujones, pero sí ayudaíto con una que otra remolcada por la casaca.Pero, eh, bueno, basta, que voy, que voy..., habría dicho a Francisco Salias y otros que le vieron el rostro espantado, los dientes crujientes y la búsqueda con la mirada al capitán de milicias que estaba como silbandito, en la esquina de la Casa Amarilla, haciéndose el desentendido. Subió las escaleras, se asomó a la multitud que le parecía más furiosa que nunca, y le preguntó al cura que andaba por allí: Su Eminencia, ¿acaso sabéis en qué idiotez andan estos mantuanos y blancos de orilla?.Madariaga le contestó que solo pensaba que era la euforia mística que provoca el Jueves Santo. Confiado, el Vicentín ofrece que renuncia si eso es lo que quieren, y el curita trabucaire como camorrista de pueblo alienta a la multitud para que le acepten la parada.El capitán general se da...

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