La tarjeta de crédito como una aliada

En plena cola del cajero automático, un niño de 8 años de edad le pregunta a su padre por la diferencia entre la tarjeta de débito y la de crédito.

El adulto suspira antes de explicarle la frontera que divide a esos plásticos, al final, tan parecidos. Una es para sacar el dinero que tenemos en la cuenta y la otra es un dinero que no es nuestro y tenemos que devolverlo luego, le responde.

La lección sencilla sobre la posesión del dinero tendría que ser lo primero que se recordara antes de sacar la tarjeta de crédito de la cartera para cancelar un antojo de cualquier vidriera. No soy para pagar compras impulsivas, no en vano, es una advertencia que debiera incluirse por detrás del plástico.

¿El nuevo equipo electrónico se compraría si se pagara con cheque? ¿Se cuenta con ese dinero en el banco? ¿Es el mejor momento para ese gasto? Son tres preguntas que permiten a cualquiera responder si es un consumo que sólo se cancela con la tarjeta de crédito por comodidad o si se trata de adquirir un financiamiento por los siguientes 24 meses.

Henkel García, máster en ad ministración financiera, señala un principio que suele pasar inadvertido: todos esos pagos domiciliados a la tarjeta son gastos mensuales que deberían pagarse en efectivo.

Electricidad, celular, televisión por cable y hasta el condominio del edificio son algunos de los cargos mensuales que...

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