La tercera independencia de Venezuela

En nuestra compleja y a trechos desquiciante relación con el Libertador, los vene zolanos nos enfrentamos al escollo de querer ser bolivarianos impolutos y a un mismo tiempo saber que fuimos quienes dimos al traste con su empresa más grande, la República de Colombia Gran Colombia es un nombre inventado por los historiadores, para evitar malentendidos. Y todavía peor: no sentir un sincero remordimiento por ello. Desde que en 1830 decidimos tomar nuestro propio camino, ninguna propuesta de reunificación ha sido tomada en serio, generalmente por nuestra decisión. Por eso no sabemos qué ha cer con la Gran Colombia en nuestra historia. A veces le damos un rodeo, como si no haya existido. Por ejemplo, decimos que fueron nuestros ejércitos, y no los grancolombianos, los que marcharon al Perú. Pero la situación es aún peor cuando hablamos de nuestra separación. Probablemente se trate del episodio sometido a la peor de las muchas simplificaciones de nuestra memoria. O bien se lo elude como un episodio vergonzante, sobre el que es mejor no hablar; o bien se lo reduce a un simple acto de traición, de un hombre José Antonio Páez o de toda una clase las oligarquías de Caracas y Valencia. Por eso el trabajo de Elena Plaza que acaba de publicar la Fundación Rómulo Betancourt, en el número 9 de la colección Serie Antológica-Historia de Venezuela, con el título de Vene zuela: 1830-1850. La construcción de la república representa un esfuerzo notable por poner orden en este juego de mentiras y omisiones. Se trata de una versión resumida, pero por eso más accesible al público general, de El patriotismo ilustrado, o la organización del Estado en Venezuela, 1830-1847, publica do en 2007 por la UCV. Es, como siempre en los es tudios de Plaza, un trabajo de sólida investigación do cumental, que nos revela un proceso complejo, asentado en angustias y reflexiones que escapan del simple juego de las banderías, de los cálculos personales y de las zancadillas y patadas históricas, que si bien las hubo, como en todos los eventos políticos, no marcan su sentido final. En algún grado, Páez queda confirmado en su tesis de que el sólo fue un instrumento de corrientes más amplias. Colombia había nacido de la dinámica de la guerra, que obligó a alianzas estratégicas contra la Metrópoli; y de la energía, el talento y el liderazgo del...

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